El 28 de noviembre se celebrará en Salamanca la VI Jornada Literaria "La Rayuela". Participaré junto con David Benedicte, Villalba Garrote, Jorge San Román, Carlos de Tomás y Jorge Urreta. Será un lujazo compartir mesa y charla con ellos. Hablaremos de realismo sucio y de nuestras novelas. Y, por supuesto, mi novela Aquel otro asunto estará presente.
El jueves 28 de noviembre a las 19:30 en el Café-Bar "La Rayuela".
HISTORIAS DE UN HOMBRE DECONSTRUIDO
domingo, 17 de noviembre de 2013
domingo, 7 de julio de 2013
LA GUERRA DE LOS GRUMOS
Hoy
va de crítica teatral.
Nunca
me gustó el mes de julio, hace demasiado calor y me deshidrato hasta la
momificación. No sudo, me evaporo. De modo que busco refugio en garitos con
buen ambiente y cerveza fría. Y haberlos, en Madrid, los hay a patadas. Pero
esto no es la Guía del Ocio y, como ya he comentado anteriormente, hoy el
asunto va de teatro. Así que iré al grano.
“La
guerra de los grumos” es una obra breve de teatro que actualmente se puede
disfrutar en Microteatro por dinero, uno de esos locales de los que os acabo de
hablar. Entras, te pides una cerveza (¿en qué momento exacto pasaron los
tercios a costar tres euros? Aún recuerdo cuando la cerveza manaba de las
fuentes, se podía fumar en la consulta del médico y todo esto era campo, hijo
mío… pero estoy divagando), charlas y eliges entre las cinco funciones que
ofrecen; como si las quieres ver todas (hay varios pases, el precio de cada una
es más que módico y ninguna excede los quince minutos).
El
atractivo de esta obra en particular es que parte de una discusión que mucha
gente puede haber tenido: ¿Eres de Cola-Cao o de Neskuiq, Neskuik…, Nesquik? (Mierda,
ni tan siquiera sé cómo se escribe ese pseudo-brebaje).
Javier
y Sofía León (guionistas y directores) cogen esta idea y la llevan hábilmente al
terreno del absurdo, a una guerra sin cuartel entre los partidarios de uno y
otro bando, salpicando el escaso cuarto de hora de duración de chistes bien
hilados y esa cultura pop que, sin llegar al frikismo, todo treintañero que se
precie engulló hace años a golpe de spot publicitario.
Por
su lado, Jerónimo Salas y Ezequiel Romero ponen sus buenas dosis de oficio a la
hora de dar vida a un par de soldados del bando Cola-Cao. Hemos visto muchas
veces a esos soldados, al sargento pasado de vueltas y al recluta que no sabe
bien qué carajo hace ahí, con lo bien que se estaba en casa, pero pocas veces han
arrancado tantas risas en tan poco tiempo.
Y
merecen una mención especial tanto el decorado que se ha trabajado Daniel Yábar
para la ocasión, como la elección de Jimmy Hendrix para acoger al espectador; logran
que uno entre en situación al instante.
De
modo que si eres de los que se evaporan en el mes de julio, aprecian el buen
humor y gustan de cervezas frías (que se pueden meter en la sala, fuck yea!)…
ya tienes dónde refugiarte.
Y
no puedo despedirme sin, al menos, reseñar otra de las obras que este caluroso mes
de julio os esperan en Microteatro por dinero: “Luto”. Un muy buen texto de
Nacho Redondo, dirigido por Álex Rodrigo e interpretado por el propio Nacho
Redondo y Nahia Láiz. Ver esta obra y a estos actores es toda una sorpresa, una
grata sorpresa.
Si quieres informarte acerca fechas y pases, no tienes más que pulsar aquí
viernes, 3 de mayo de 2013
FAILURE TO COMMUNICATE
Recuerdo
perfectamente qué me atrajo de ella en cuanto la vi.
Lo que no consigo recordar, por
mucho que lo intente, es qué me impulsó a separarme de mis amigos, atravesar
aquel pub atestado de gente y presentarme. Supongo que se debe a algún fallo
selectivo de la memoria, el mismo que nos condena a repetir una y otra vez los
mismos errores; en el mejor de los casos puedes saber qué hiciste mal, pero no
qué te impulso a hacerlo.
Me atrajeron los mismos detalles que
cada día pueden hacerme reparar en cualquier chica que me cruce por la calle,
esos mismos que logran que un rostro destaque de entre la multitud: una mirada,
esa forma tan coqueta de apartarse el flequillo en cuanto roza sus cejas… o una
sonrisa… que ni tan siquiera tiene por qué ir necesariamente dedicada a ti;
simplemente se te antoja encantadora.
Clichés.
Clichés repetidos hasta la náusea. Clichés heredados de padres a hijos; de una
generación de poetas a la siguiente. Clichés grabados a fuego en el
subconsciente colectivo. Clichés explotados por Hollywood. Clichés al ajillo,
en su salsa o rebozados. Clichés al fin y al cabo.
El
caso es que me presenté.
Y
empezamos a hablar como si nos conociéramos de hace años. Mis amigos, fieles
escuderos, no tardaron en acercarse y empezar a hablar con sus amigas. Ellas
comenzaron a beber más de lo acostumbrado y ellos más de lo aconsejable
(adolescentes, veinteañeros o treintañeros, da lo mismo, esta historia es
siempre igual). Y sus risas pusieron coro a nuestra charla hasta que, en
bloque, decidieron irse. «¿No os venís?»
No,
no nos fuimos. Seguimos hablando hasta que aquel local cerró y sólo entonces,
obligados por tal circunstancia, salimos de allí.
Para
entonces yo ya había sacado en claro dos cosas:
Una,
que ella no estaba interesada en mí.
Dos,
que yo no estaba interesado en ella.
Y
es que ella estaba demasiado pagada de sí misma, demasiado encantada de haberse
conocido y demasiado pesada después de tres copas (si quisiera salir con alguien
que no tolerase más de dos me iría de marcha con mi perro, él al menos sabe
apreciar un buen whiskey). Pero tardé demasiado en darme cuenta de todo esto y,
para cuando quise reaccionar, estaba atrapado.
A
veces ocurre que uno se pierde en una mirada, en esa forma tan coqueta de… en
toda esa mierda, vamos. Y los árboles no dejan ver el bosque. Ella saltaba de
una anécdota a otra mientras yo sonreía como un idiota y aliñaba su monólogo
con frases sueltas, creyendo ingenuamente que aquello me hacía formar parte de
una conversación.
Anécdotas.
Anécdotas acerca de su trabajo como correctora en una editorial, de sus años en
la facultad de periodismo, de sus intentos infructuosos de publicar un puñado
de poemas que había escrito, de ella y su gato (que ni tan siquiera bebía
whiskey). Anécdotas a ajillo, en su salsa o rebozadas. Ella me fue sirviendo
las suyas aderezadas con mostaza de Dijon sobre una base de egolatría
deconstruida. Y he de admitir que, al principio, resultaba refrescante al
paladar escuchar a alguien hablar de algo a lo que ama; saturado como suelo estar
de oír a la gente quejarse de aquello que odia. Pero tras tres platos terminé
saciado.
«Estudié
croata durante dos años.»
No
me jodas, esto ya fue demasiado.
«Parece
que están cerrando.»
«¡Oh…,
qué pena! Con lo bien que me lo estaba pasando. ¿Damos una vuelta?»
Mis
labios ya se disponían a negarse pero mi cerebro tardó en esbozar una excusa.
Tardó lo suficiente para que ella se acercase; no coqueta ni insinuante, sino
con naturalidad. La misma naturalidad con que me dijo al oído:
«Creo
que me gustas.»
Esto
último me sonó a chiste de mal gusto y aún recuerdo cómo la miré, preguntándola
en silencio de qué carajo estaba hablando, pero ella permaneció impasible.
Supongo que debí haber preguntado directamente en lugar de confiar en la
expresividad de mis ojos.
De
modo que terminé asintiendo, dejándome llevar por la situación, y al momento
nos encontramos en la calle, paseando en silencio como una pareja de octogenarios
(ella con una vaga sonrisa en el rostro y él tratando de entender lo último que
ella le había dicho).
«No
creo que yo te guste», dije al fin.
Sonrió
abiertamente y me cogió de una mano. Era evidente que había un problema de
comunicación. O quizás no, tal vez sólo estaba jugando.
«Hoy
es mi cumpleaños.»
«¡Vaya,
felicidades! ¿Así que tú y tus amigas estabais de celebración?»
«Me
cuesta creer que haya pasado ya un año.»
Respondí
que eso solía ocurrir y ella me miró como si yo acabase de decir una tontería.
«Intento
cambiar algunas cosas en mi vida, pero parece que estoy condenada a repetir los
mismos errores una y otra vez. Año tras año.»
Fue
entonces cuando vi claramente aquello que hasta entonces apenas intuía. Aquel
asunto, definitivamente, no iba de atracción; lo que yo inspiraba en ella, en
el mejor de los casos, era simple confianza, así que decidí dejarla seguir
hablando. Aunque en el fondo me temía que podía salir con alguna anécdota más,
la enésima de la noche.
Pero
en esto último me equivoqué. Ella no dijo nada más y al poco me soltó la mano.
«¿Cuánto
cumples?», pregunté.
«Treinta.»
«A
mí los treinta no me sentaron nada bien. Estoy rozando los treinta y dos y sólo
ahora creo estar haciéndome a la idea.»
Me
miró y se retiró el flequillo de las cejas con esa coquetería que me llamase
tanto la atención. Fue entonces cuando, sin saber bien por qué, sentí el
impulso de agarrarla de la mano. Pero ella se apartó.
«¿A qué idea?»
Silencio.
No me apetecía ponerme en plan trascendental y aburrirla con mis tribulaciones.
«No
era broma lo que te dije antes», prosiguió al ver que yo no respondería. «Me
gustas, aunque no vamos a follar.»
«¿Tiene
algo que ver con que hoy sea tu cumpleaños?»
«No
seas bobo.»
Y
ese “bobo” lo soltó con el encanto suficiente como para volver a coger mi mano
y lograr que a mí me pareciese lo más natural del mundo.
Caminamos
sin decirnos nada más, paseando nuevamente como dos octogenarios (ella con una
vaga sonrisa en el rostro y él tratando de entender con quién demonios iba
agarrado de la mano). No hubo más anécdotas; ni de sus años en la facultad, ni
de su trabajo, ni de su estúpido gato abstemio. Y he de reconocer que llegué a
echarlas en falta…, o tal vez no, tal vez sólo me había entrado un poco de
hambre.
Llegado
un momento se paró y dijo que habíamos llegado a su portal. Por un instante,
tengo que reconocer que por instante, creí que me invitaría a subir, pero me
soltó la mano, me dio un beso en la mejilla y me dijo:
«Me
gustas, en serio. Pero hay algo en ti que me dice que eres un capullo. Un tipo inseguro
e incapaz de apreciar a una chica que te ofrezca su amistad o valorar cualquier
gesto de afecto. Además, ¿en qué momento exacto diste por supuesto que no me
gustabas? No, mejor no respondas. Mira, será mejor que no volvamos a vernos.»
«Feliz
cumpleaños.»
Sí,
eso dije.
«No
quiero volver a saber nada más de ti.»
Sí, eso dijo ella.
Y desapareció en su portal. Yo me di media vuelta preguntándome qué carajo había pasado y enfilé calle abajo buscando un taxi. Supuse que acababa de convertirme en una de esas anécdotas con las que amenizase las noches de aquellos que atraídos por una mirada, por esa forma tan coqueta de apartarse el flequillo…, o a lo mejor por su sonrisa, terminaran sintiendo la necesidad de acercarse y conocerla.
Sí, eso dijo ella.
Y desapareció en su portal. Yo me di media vuelta preguntándome qué carajo había pasado y enfilé calle abajo buscando un taxi. Supuse que acababa de convertirme en una de esas anécdotas con las que amenizase las noches de aquellos que atraídos por una mirada, por esa forma tan coqueta de apartarse el flequillo…, o a lo mejor por su sonrisa, terminaran sintiendo la necesidad de acercarse y conocerla.
O
tal vez no y quizás ella tuviera razón y yo…
No,
creo que no. Me quedo con la idea de verme reducido a una anécdota más.
lunes, 18 de marzo de 2013
EDICIÓN IMPRESA DE "AQUEL OTRO ASUNTO"
Después de un año disponible en e-book, ahora se edita en versión impresa mi novela "Aquel otro asunto".
De momento está a la venta en la web de la editorial, pero en breve aparecerá en librerías.
Aquí os dejo el enlace:
http://editorialamarante.es/ebooks/ficha/aquel-otro-asunto
De momento está a la venta en la web de la editorial, pero en breve aparecerá en librerías.
Aquí os dejo el enlace:
http://editorialamarante.es/ebooks/ficha/aquel-otro-asunto
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