HISTORIAS DE UN HOMBRE DECONSTRUIDO

lunes, 7 de julio de 2014

LAS CHIMENEAS DE MOSCÚ

No nos engañemos.
Normalmente bastan cinco minutos de lectura (en ocasiones menos) para saber si un autor sabe, o no, lo que se hace.
Personalmente jugaba con ventaja al comenzar Las chimeneas de Moscú porque ya había leído Hotel, la anterior obra de Carlos de Tomás también publicada por Editorial Amarante. De modo que no me sorprendió volver a reconocer en el autor a un narrador que domina el oficio.
Y el por qué se descubre bien pronto. Con un asesinato.
Es tentador matar a un personaje en las primeras líneas, dado el juego que puede dar para atrapar al lector, muchos lo saben y lo utilizan... mal. Se suele usar a modo de MacGuffin. Este recurso con nombre de hamburguesa consiste en comezar la historia con un suceso (no necesariamente un asesinato) que hace arrancar la trama, pero que a la hora de la verdad no tiene absolutamente nada que ver con la trama en sí. Tampoco nos engañemos aquí, un MacGuffin bien usado también es perfectamente válido, pero son ya tantas las novelas que comienzan con un muerto sin relevancia alguna a partir de la tercera página, que esos cadáveres ya huelen. Carlos de Tomás no hace eso y, en su lugar, deja macerar el cadáver para luego sacarle todo el jugo. Ahí está el oficio.
Las Chimeneas de Moscú es una novela que sabe atrapar al lector sin artificios de brocha gorda, situada en un mundo antiutópico, como ha definido el propio autor; no precisamente alagüeño, pero acaso probable. Una novela negra cuyo epicentro es un experimento en torno al cual se moverán un detective en horas bajas, un premio Nobel, un transexual y un buen puñado más de personajes cuyos intereses, motivaciones y verdaderas intenciones se irán revelando entre los callejones menos recomendables y las zonas residenciales más selectas de una ciudad que, con sus luces y sus sombras, con esa dualidad tan humana, acaso sea un personaje más.


 

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